jueves, 9 de febrero de 2012

Yo sólo te hablo desde aquí

Me convencí de que era marciano después de dejarlo samarrear mis emociones cinco horas seguidas, cinco horas increíbles. Desde su primera canción que escuché en mi vida, sospeché que en esa condición de existencia lo único que le quedaba por hacer era ser inmortal o irse de repente, sin más, como vino. Siempre ocultó bien su secreto, ¿de dónde sacó toda esa magia?, no quería que se lo dijera, pero para mí siempre fue un mago.
Me llamaron y no entendí, como todos, esa mentira. Eligió irse, en silencio, para calmarnos. El a nosotros. Pero no se puede hacer como si nada, no mariconear, no enojarse con la muerte por querer, también, un poco de él.
Dijo que iba a dejar de respirar cuando dejara de pensar música, pero la música lo pensó a él. No me pude dormir, en un mundo sin el flaco, en ese no-sé-qué-hacer me puse los auriculares y dejé que, como tantas otras veces, me abrazara. Y ahí lo vi, obsesionado con el amor, obsesionado con la luz, hecho luz, y pude entender. Irse, no es una posibilidad que quepe en todo esto, porque eligió ser eterno en la esencia misma de la belleza.
Aunque siga acá hasta que la música exista, hasta que las palabras existan, no sabemos bien qué hacer. Cómo hacerle llegar estas gracias eternas a donde sea que esté haciendo flotar a la muerte, amor eterno al mejor amigo del alma. No sabemos bien qué hacer. Tal vez, siempre fue humano, pero lo entendió mejor que todos nosotros.

2 comentarios: